Cuando llegamos a la sala de conferencias de patio de la infanta, tomamos asiento en la tercera fila mi compañera, encargada de las fotografías, y yo, para poder ver y escuchar bien a los ponentes. Juan Royo era el encargado de entrevistar a Miquel Fuster en esta ocasión. La charla trataba sobre emprendedores, y la idea era que Juan le preguntara como economista y emprendedor a Miquel cómo había sido su crecimiento profesional, su declive y su renacimiento. Supongo que nadie se esperaba que la charla pasara de un plano «económico- social» a uno « ético –psicológico» tan fluidamente.
Tras la introducción dada por la representante de «obra social ibercaja» y la presentación de la conversación a mano de Juan, Miquel comenzó a contarnos su historia.
Nos cuenta que comenzó como aprendiz en un estudio de dibujo llamado Ediciones Bruguera. Después entró a formar parte de la plantilla de Selecciones Ilustradas, una empresa que fue formada por jóvenes promesas del cómic de la época. Estaban bajo el mando de Josep Toutain, un emprendedor de carácter familiar, muy familiar. Nos cuenta sobre Toutain que como persona era genial, pero a nivel de empresario se coló. A la hora de gestionar su dinero, cada euro que ganaba, lo reinvertía en sus empleados, de manera que nunca les faltara trabajo. ¿A qué se arriesgaba con esto? A que si no entraban trabajos o cobros de los mismos, no obtenía dinero ni beneficios ni nada, se quedaba a cero.
Siguiendo con la historia de Miquel, tras este trabajo entró en Norma Editorial, donde destacó como dibujante de Romance (años 80) nos cuenta que con 20 años, mientras que sus amigos disfrutaban de una vida de soltería y gasto a lo loco, él tuvo que casarse por dejar embarazada a la que ahora es su ex mujer, por lo que no vivía esa vida.
No nos lo dice directamente, pero se puede sentir en sus palabras que vivió esos años con un resentimiento interior hacia su esposa e hijo, que aunque lo quisiera con toda el alma, le impedían llevar ese estilo de vida envidiado.
¿Qué pasó? Poco a poco fue reventando. Hacía viajes para cobrar «falsos impagos» para vivir esa sombra de vida libre que tanto deseaba, y en uno de esos viajes, con 32 años, su mujer lo siguió, y eso desencadenó su divorcio.
Con 32 años, libre al fin, sin ataduras, podía darse a la vida bohemia con la que había soñado. Pero ¿qué pasa cuando se consigue algo que no has podido tener por estar retenido? Que puede que lo coja sin control, y eso le pasó a él.
Se trasladó a su piso en el barrio de Sants, Barcelona, donde se dedicó a una vida que se resumía en dibujar como prioridad, beber, fumar, y estar de fiesta. Su piso era un lugar de reunión y celebración constante, un espacio e puertas abiertas para reunirse y estar.
Dado a “la vida bohemia”, Miquel vive el día a día sin más, y se enamora de una mujer. Una mujer de la que no puede separarse. Reconoce que discuten mucho, su carácter es endiablado, constantemente hay tensión pero… la atracción les impide separarse, es una adicción el estar juntos. Un día, sin avisar, sin preverlo, ella desaparece, y esto deja a Miquel herido de muerte interiormente, como quien recibe un disparo por la espalda. Se da a la bebida para tratar de olvidar, amortiguar el dolor, superar la traición, continuar aguantando el día a día, a ver si encuentra una explicación al por qué de este abandono. Pero no, esta respuesta no está en el fondo de ninguna botella. Así transcurren sus días hasta que ocurre la tragedia: su piso arde en llamas. Este acontecimiento deja a Miquel con una mano por delante y otra por detrás ¿qué hacer? El banco le plantea venderle el piso por un millón de pesetas “pagas 2000 mensuales de gastos, nosotros te damos 1000 000, pero atiende, siendo como eres, te quedarás pronto sin nada, Miquel, y no tendrás dónde ir”. Por otro lado, no tenía un duro ahorrado para reformar el piso, por lo que la opción era quedarse entre los recuerdos calcinados, que en ese momento de debilidad, eran para él fantasmas y una prueba de que todo había sido un fracaso, su matrimonio, el abandono, ahora estaba sin un hogar… todo.
Hasta que el banco le pagó, vivió en el piso subsistiendo como podía en el piso, pero nunca dejando de dibujar.
Cuando le pagaron, él pagó una deuda pendiente y tras hacer cuentas y ver cómo estaba el mercado, se dio cuenta de que nunca podría volver a tener piso propio.
¿Qué hizo con el resto del millón? ¿Acaso piensan ustedes que por ser alcohólico lo gastó en si mismo solo en alcohol y ya está, por vicio?¿Creen que es alcohólico por vicio? Voy a contarles lo que nos transmitió, pero a través de mis conocimientos personales también, para que entre sus palabras y las mías, puedan llegar a ver lo complejo y realmente increíble que ha logrado este hombre.
Una persona no llega a pobre de un día para otro.- Nos contó él mismo.- no te levantas un día y pasas de estar en tu colchón a estar en un cartón en un cajero…no. Es un proceso de aislamiento físico y mental.
Cuando él se vio en la calle con el dinero, sus amigos de verdad le tendieron la mano, lo acogieron.¿ Qué pasa? Él seguía bebiendo para olvidar, ya no sólo su desamor, sino también su tragedia en general, y esto hacía que sus amigos se sintieran mal, ya que no lo veían bien. El alcohol para quien lo utiliza para olvidar no es algo que cause placer, os lo aseguro, posiblemente ni siquiera llegue a degustar su sabor, puesto que lo bebe con ansiedad, lo bebe con el único fin de anestesiar lo que lleva dentro, acallar las voces de su interior, dejar de sentir el nudo de su estómago, llenar el agujero de su alma que no le deja respirar…No es un vicio, es un relleno.
¿Qué pasa? La imagen del alcohólico suele ser negativa porque llega un momento que la persona odia tanto el dolor que tiene dentro, el dolor que tiene que acallar, cómo lo tiene que hacer, en qué se ha convertido…que odia a todo su alrededor porque cree que es culpa de todos que eso le ocurra…sin embargo, Miquel fue diferente. Él mantuvo su conciencia y supo que sus amigos no tenían culpa de lo que le pasaba, y veía cómo su situación, su estado, los dañaba porque lo apreciaban, y decidió gastar su dinero en disfrutar con ellos, compartir con ellos lo poco bueno que tuviese, y una vez acabado esto, alejarse, puesto que no quiso causarles más dolor, porque eso solo lo hacía sentirse aún peor.
Así fue como acabó finalmente en la calle, como indigente. Intentó juntarse con otros, pero su carácter, su forma de ver la vida, le diferenciaba y apartaba de “la manada”. Vagó por su barrio, por otros, durmió en las calles, recibió ayudas… pero nunca dejó de dibujar. Sacaba su dinero por sus ilustraciones, sí, pero este dinero iba a parar al alcohol.
El alcohol…ese placebo que aprisionaba a sus espíritus en lo más profundo de su corazón, impidiéndoles surgir y ser combatidos… al menos, conscientemente.
¿Por qué digo conscientemente? Os lo explicaré un poco más adelante.
Pasó 15 años en la calle, como bien podréis leer en su blog (http://miquelfuster.com/) hasta que fue ayudado por Fundació Arrels, quien poniéndole la condición de que dejara de beber, le ayudó a resurgir como ilustrador y sobre todo, como persona.
Juan Royo no interviene mucho porque aparte de que Miquel está inspirado y nos cuenta su historia a todos ininterrumpidamente, Juan está bastante afónico. Sin embargo, el saber que el resurgimiento de este artista fue a partir de su talento y su incansable espíritu es algo que nos tiene a todos expectantes.
Sobre mi comentario de «combatir sus emociones y pensamientos conscientemente«, os contaré mi análisis. Miquel es una persona muy emocional, nos lo ha dejado ver en la charla, y también es posible verlo en sus dibujos, y ahí es dónde está la clave.
Su barrera para acallar sus problemas, sus miedos, su dolor, su pena… fue el alcohol… no quería apoyarse en nadie para no hacerlos sufrir, pero su forma de mantenerse en contacto con la realidad, su forma de seguir conectado con su parte racional, emocional y que sabía que no era culpa del mundo que lo rodeaba, eran sus dibujos. Con ellos, de alguna forma seguro que contaba todo lo que tenía en su interior, literal o figuradamente, y combatía esa oscuridad interior y mantenía la luz de su alma. Eso fue lo que mantuvo vivo al auténtico Miquel dentro de la enfermedad durante sus 15 años en la calle, su capacidad de expresarse con su arte, y cuando hubo alguien capaz de tenderle una mano y él sacara el valor de decidir abandonar su escudo y quitarse su insonorización, lo hizo, y el enfrentarse a todos sus miedos, recuerdos y demás con la mente clara es algo duro, increíblemente duro, y mucho más el no volver a recaer, pero si se recae, no hay que culparse, pues en la culpa está la disculpa, y el permiso de volver a hacerlo. Hay que afrontarlo y decidir que no está permitido que vuelva a pasar, e identificar qué es aquello que nos da la paz de espíritu que necesitamos.
Miquel es un claro ejemplo a seguir, diga lo que diga, ya que puede que no esté recuperado del todo (es sabido que alguien enfermo de algo así no se «recupera» del todo nunca) pero sí es alguien que ya no es quien fue en esos años, ya ha hecho el cambio, ha dado el paso de querer superarlo y dejar ese comportamiento atrás. Sigue queriendo vivir el día a día, sigue dibujando, busca ayudar a su hijo, conocer y seguir creciendo… pero también se le nota que quiere afrontar los acontecimientos de su pasado, superarlos y que se queden en anécdotas sin más, y eso es lo más difícil y a la vez lo más admirable que se puede hacer.